LA LUZ DE CADA INSTANTE
Si viajar a Italia permitía admirar el arte clásico y las joyas del Renacimiento, Francia encarnaba la transgresión, la mirada nueva y libre. Manet, Pissarro y Monet, inaugurando el impresionismo pictórico, tiñeron los cafés de París con su aura fresca y regreneradora. De repente el interés se volcó hacia la luz y su tratamiento sobre el lienzo, a la plasmación de esa sensación efímera que causa la experiencia de una visión momentánea, como en el Desayuno sobre hierba de Manet o en Impresión, sol naciente de Monet, a quien el puerto normando de El Havre serviría de inspiración para una obra única.
La modernización llegó con la Exposición Universal de 1889 y su máximo símbolo, la Torre Eiffel, el monumento más visitado del planeta. París abrió así los nuevo horizontes del siglo XX.
Desde ese momento el arte pictórico experimentó uno de sus periodos más prolíficos y su centro neurálgico quedó asentado en Francia. Van Gogh, Cézanne y Gauguin, yendo más allá del impresionismo, transformaron la historia del arte, cada uno con su particular visión, pero todos dejando su huella en suelo francés. Gauguin exprimió París y la Bretaña para luego partir a buscar la esencia de las cosas a Tahití. Cézanne se estableció en París mientras estudiaba y retornó a su Provenza natal, de donde sus cuadros nunca se habían marchado. El sur y los evocadores tonos que la luz imprimía en sus campos floreados fueron refugio e inspiración para Van Gogh quien también pasó una temporada creativa en París. Precisamente era en la capital donde las nuevas tendencias se extendían más rápido. En ese ambiente urbano, oscuro, cambiante, a veces sucio y caótico pero siempre sugestivo, Toulouse-Lautrec halló su lugar y su pintura el espejo desde mirarse.
La fuerza gravitatoria de París creció gracias a innovaciones como el ferrocarril, cuya llegada a una estación inmortalizaron los hermanos Lumière con un invento que cambiaría la visión de la realidad para siempre: la cámara cinematográfica.
Todo ello brindó el último peldaño hacia el clímax de las vanguardias. Los caminos estaban abiertos, bastaba transitarlos. ¿Y que´mejor lugar que las bohemias calles del París de principios de siglo XX?
Cualquier forma de representar la realidad era válida y así aparecieron los movimientos de vanguardia que también influyeron en la moda y las artes decorativas Los pintores acudían desde otros países para afincarse en París y frecuentar sus noches frías y húmedas, callejear de bar en bar por los barrios de Montmartre y Montparnasse intercambiando impresiones con Picasso y Matisse sobre cubismo y fauvismo, con Munch sobre e expresionismo y con Duchamp sobre la nueva concepción que revolucionará el mundo del arte, con Modigliani sobre sus ondulantes retratos o con Dalí sobre el surrealismo .

Terraza de café por la noche, 1880. El protagonismo del color y los contratos delatan el pincel de Van Gogh en esta imagen de Arlés. El sosiego de sus calles es uno de los atrativos de los pueblos provenzales en las noches veraniegas.